Descubre cómo unas neuronas pueden ser la clave para combatir la obesidad y controlar tu apetito

La obesidad se ha convertido en una de las principales preocupaciones de salud pública en el siglo XXI, afectando a millones de personas en todo el mundo. Sus consecuencias no solo afectan la calidad de vida de quienes la padecen, sino que también aumentan el riesgo de desarrollar enfermedades graves como la diabetes tipo 2 y problemas cardiovasculares. Si bien existen tratamientos farmacológicos, como la semaglutida, su uso podría verse limitado por efectos secundarios indeseados, como náuseas y pérdida de masa muscular. Sin embargo, un nuevo estudio de la Universidad de Gothenburg ha abierto una prometedora vía de investigación que podría cambiar las reglas del juego en el tratamiento de la obesidad.

Este estudio ha identificado un grupo específico de neuronas en el tronco cerebral que regula la pérdida de apetito y peso sin inducir los efectos secundarios molestos que a menudo acompañan a otros tratamientos. Este hallazgo mejora nuestra comprensión sobre cómo el cerebro controla el hambre y sugiere nuevas posibilidades para desarrollar terapias más seguras y efectivas en la lucha contra la obesidad, un desafío que sigue siendo urgente y necesario.

Índice
  1. El estudio: metodología y hallazgos clave
  2. ¿Por qué es revolucionario?
  3. El papel del tronco cerebral en la obesidad
  4. Implicaciones prácticas: hacia tratamientos más precisos y seguros
    1. 1. Desarrollo de fármacos
    2. 2. Mejora de patologías
    3. 3. Cronología de aplicación
    4. 4. Reducción de costes
  5. Retos y preguntas abiertas
    1. 1. Organismos más complejos
    2. 2. Efectos a largo plazo
    3. 3. Equilibrio peso-masa muscular
  6. Newsletter PyM
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El estudio: metodología y hallazgos clave

El equipo de investigadores de la Academia Sahlgrenska de la Universidad de Gothenburg realizó un experimento innovador en ratones para comprender los efectos de la semaglutida en el cerebro. El objetivo era identificar qué grupos de neuronas se activan al administrar este fármaco y si era posible separar los efectos positivos—como la reducción del apetito y la pérdida de peso—de los efectos negativos, tales como las náuseas y la pérdida de masa muscular.

Los científicos administraron semaglutida a los ratones y monitorizaron cuidadosamente qué neuronas del cerebro se activaban. Descubrieron que un grupo específico de neuronas, situadas en el complejo vagal dorsal, era responsable de los cambios en el apetito y en la reducción de la grasa corporal. Para confirmar que estas neuronas eran las responsables de los efectos beneficiosos, los investigadores utilizaron una técnica de estimulación selectiva, logrando activar artificialmente estas neuronas sin necesidad de administrar el medicamento. El resultado fue sorprendente: los ratones comieron menos y perdieron peso, similar a lo que ocurría cuando recibían el fármaco.

Durante la siguiente fase del experimento, los investigadores eliminaron selectivamente estas neuronas y observaron que el efecto de la semaglutida sobre el apetito y la pérdida de grasa disminuía significativamente, mientras que los efectos secundarios, como las náuseas y la pérdida de masa muscular, persistían. Esto sugiere que estas neuronas son esenciales para los efectos positivos del fármaco, pero no están involucradas en la aparición de los efectos secundarios.

¿Por qué es revolucionario?

El descubrimiento de neuronas específicas en el tronco encefálico que pueden regular la saciedad sin desencadenar efectos secundarios representa un avance revolucionario en el tratamiento de la obesidad. Hasta ahora, medicamentos como la semaglutida, un agonista del receptor GLP-1, han demostrado ser efectivos para reducir el peso corporal, comparables incluso a la cirugía bariátrica, pero su uso generalizado se ve limitado por efectos adversos.

La clave de este avance radica en la identificación de dos circuitos neuronales distintos en el rombencéfalo: uno ubicado en el núcleo del tracto solitario, que induce la sensación de saciedad sin causar aversión, y otro en el área postrema, que está relacionado con las náuseas y el rechazo a la comida. Al activar exclusivamente las neuronas del núcleo del tracto solitario, los investigadores observaron que los animales comían menos y perdían peso sin experimentar los efectos secundarios desagradables. En contraste, la estimulación del área postrema provocaba reacciones aversivas intensas.

Este hallazgo demuestra que los efectos beneficiosos y los efectos secundarios de los agonistas GLP-1 no son inseparables, sino que dependen de grupos neuronales diferentes. Por lo tanto, es posible diseñar medicamentos que actúen selectivamente sobre las neuronas que inducen saciedad, evitando así los circuitos responsables de las náuseas. Así, se abre la puerta a tratamientos mucho más tolerables y eficaces para la obesidad, con menos abandono por parte de los pacientes y mejores resultados a largo plazo.

El papel del tronco cerebral en la obesidad

El tronco cerebral, y en particular el complejo vagal dorsal, juega un papel fundamental en la regulación del apetito y el equilibrio energético. Esta región, situada en la base del cerebro y conectada directamente con el sistema digestivo a través del nervio vago, actúa como un sofisticado centro de control que recibe y procesa señales sobre el estado nutricional del organismo.

Cuando consumimos alimentos, el sistema digestivo envía información al tronco cerebral sobre la cantidad y tipo de nutrientes ingeridos. El complejo vagal dorsal interpreta estos mensajes y, mediante la activación de neuronas específicas, puede enviar señales de saciedad al resto del cerebro, especialmente al hipotálamo, conocido como el gran regulador del apetito. Así, este “centro de mando” decide cuándo es el momento de dejar de comer y cuándo el cuerpo requiere más energía.

Lo fascinante es que esta estructura es tan antigua que se conserva prácticamente igual en muchas especies animales, desde reptiles hasta mamíferos. Su función es vital para la supervivencia, asegurando que el organismo mantenga un equilibrio entre el consumo y el gasto de energía, evitando tanto el exceso como la escasez de alimentos.

El descubrimiento de que ciertos grupos de neuronas en el complejo vagal dorsal pueden modular la saciedad sin provocar efectos secundarios indeseados subraya la importancia de esta región. Comprender su funcionamiento no solo explica por qué algunos tratamientos para la obesidad son más efectivos que otros, sino que también abre la puerta a terapias más precisas y personalizadas, basadas en un conocimiento profundo de los circuitos cerebrales que controlan el hambre.

Implicaciones prácticas: hacia tratamientos más precisos y seguros

El hallazgo de las neuronas del complejo vagal dorsal que regulan selectivamente el apetito abre un abanico de posibilidades para revolucionar el abordaje de la obesidad y enfermedades relacionadas.

1. Desarrollo de fármacos

Este descubrimiento sienta las bases para el desarrollo de fármacos de próxima generación que actúen de manera específica sobre este grupo neuronal, evitando la activación de circuitos asociados a efectos adversos. A diferencia de los actuales agonistas del GLP-1, que actúan de forma generalizada en múltiples regiones cerebrales, futuros medicamentos podrían diseñarse para modular únicamente las neuronas clave, reduciendo así náuseas, fatiga o pérdida de masa muscular.

2. Mejora de patologías

Además de mejorar los tratamientos para la obesidad, este avance podría extenderse a otras patologías. Estudios recientes ya exploran el papel de los receptores GLP-1 en trastornos como la adicción a sustancias (alcohol, nicotina) o enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Si se confirma que estos beneficios dependen de circuitos neuronales similares, la terapia dirigida al complejo vagal dorsal podría convertirse en una herramienta multifuncional en la medicina.

3. Cronología de aplicación

En cuanto a la cronología de aplicación, los investigadores estiman que, tras validar estos hallazgos en primates no humanos entre 2026 y 2028, los primeros ensayos clínicos en humanos podrían iniciarse hacia 2030. Si los resultados son positivos, los fármacos de precisión basados en este mecanismo podrían estar disponibles para 2035. Mientras tanto, la tecnología actual de estimulación cerebral focal, ya utilizada en tratamientos para Parkinson o depresión, podría adaptarse experimentalmente para modular estas neuronas en casos graves de obesidad.

4. Reducción de costes

Este enfoque no solo beneficiaría a los pacientes, sino que también podría reducir costos sanitarios. Según la Federación Mundial de Obesidad, el 30% de las personas abandona los tratamientos actuales debido a efectos secundarios. Una terapia más tolerable aumentaría la adherencia de los pacientes y, con ello, la efectividad a largo plazo de los tratamientos.

Retos y preguntas abiertas

A pesar del entusiasmo generado por este descubrimiento, aún existen importantes desafíos y preguntas sin resolver antes de que estos avances se traduzcan en terapias efectivas para humanos.

1. Organismos más complejos

Los resultados obtenidos en ratones deben ser validados en organismos más complejos. Aunque el cerebro humano comparte muchas similitudes con el de los roedores, presenta diferencias significativas en la organización y función de sus circuitos neuronales. Por esta razón, es esencial realizar estudios en primates y, posteriormente, en ensayos clínicos con personas.

2. Efectos a largo plazo

Otro reto importante es comprender los efectos a largo plazo de la manipulación de estas neuronas. ¿Podría una intervención sostenida alterar otros procesos fisiológicos, como el metabolismo o el estado de ánimo? Además, existe un debate ético sobre la intervención directa en circuitos cerebrales que regulan funciones tan básicas como el hambre y la saciedad. ¿Hasta qué punto es seguro y aceptable modificar estos mecanismos?

3. Equilibrio peso-masa muscular

Finalmente, es fundamental encontrar el equilibrio adecuado entre la pérdida de peso y la preservación de la masa muscular, ya que una reducción excesiva puede ser perjudicial para la salud. Resolver estas incógnitas requerirá tiempo, investigación multidisciplinaria y una evaluación cuidadosa de riesgos y beneficios antes de aplicar estos hallazgos en la práctica clínica.

El descubrimiento de neuronas específicas que regulan el apetito sin causar efectos secundarios marca un hito en la lucha contra la obesidad. Este avance abre la puerta a tratamientos más precisos, eficaces y seguros, y redefine nuestra comprensión sobre el control cerebral del hambre, acercándonos a soluciones personalizadas y sostenibles para este problema global.

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