Descubre el secreto para que tu hijo te escuche sin necesidad de gritar ¡Los resultados te sorprenderán!

La comunicación entre padres e hijos puede ser un desafío. Muchos se sienten frustrados al hablar con sus pequeños y no recibir la atención deseada. Pero, ¿qué sucede en la mente infantil que provoca esta desconexión? Entender cómo funciona el cerebro de un niño puede ser la clave para mejorar la comunicación familiar y evitar el círculo vicioso de los gritos y la frustración.
“Es desesperante”, comparte María, madre de dos pequeños de 4 y 7 años. A menudo se encuentra repitiendo instrucciones y, al no ser escuchada, termina elevando la voz. “He llegado a sentir que si no grito, no me prestan atención. Pero al hacerlo, me siento mal y culpable”, añade. Esta experiencia es común en muchos hogares. Entonces, surge la pregunta: ¿por qué parecen tan desinteresados nuestros hijos?
Manuel Antonio Fernández, neuropediatra, nos ofrece una perspectiva interesante. Según él, la clave no radica en la rebeldía de los niños, sino en la falta de comprensión de los adultos sobre su desarrollo neurológico. “Los mecanismos de autocontrol y atención de los niños evolucionan con la edad”, explica. La capacidad para gestionar estímulos y responder adecuadamente se amplía a medida que crecen, lo que significa que es fundamental adaptar nuestras expectativas y métodos de comunicación.
Investigaciones de la Universidad de Harvard revelan que, a los 5 años, un niño solo ha desarrollado un 25 % de las habilidades necesarias para funciones ejecutivas tales como el control de impulsos y la regulación emocional. Esto pone de relieve la importancia de ajustar nuestra forma de comunicarnos con ellos.
Cómo reacciona el cerebro infantil ante los gritos
Los gritos no son una solución efectiva. De hecho, pueden resultar contraproducentes. Un estudio de la Universidad de Yale indica que los niños que son frecuentemente expuestos a gritos experimentan niveles de cortisol más altos, lo que puede perturbar su memoria, aprendizaje y estabilidad emocional.
Cuando se grita, el cerebro de un niño puede desconectarse. La amígdala, que juega un papel crucial en la gestión del estrés, se activa y provoca una reacción de lucha o huida. Esto significa que, en lugar de escuchar, el niño podría sentirse amenazado y cerrarse a la comunicación. A su vez, la corteza auditiva disminuye la prioridad del lenguaje cargado emocionalmente, lo que puede llevar a una desconexión involuntaria durante el diálogo.
Metodologías para lograr que nos escuchen
El primer paso para mejorar la comunicación es entender que los adultos deben adaptar su enfoque según la edad del niño. “Cuanto más pequeño sea el niño, más debemos ajustarnos a sus necesidades en términos de tono, proximidad y claridad”, enfatiza Fernández.
- Pónete a su altura para captar su atención.
- Establece contacto visual para asegurar que te está escuchando.
- Evita llamar desde otra habitación; acércate a él.
Estos simples ajustes pueden marcar una gran diferencia en la calidad de la comunicación y en la respuesta del niño.
Frases que apagan y activan la escucha
Amelia Reed, experta en crianza, señala que hay ciertas frases que pueden "apagar" la escucha de los niños. Estas expresiones tienden a provocar reacciones emocionales negativas, lo que hace que los pequeños se cierren a la comunicación. Algunas de las más comunes son:
- “¿Cuántas veces te lo tengo que decir?”
- “Nunca escuchas”
- “¿Por qué no me haces caso?”
- “Te lo he dicho mil veces”
Estas frases son problemáticas porque son repetitivas y cargadas emocionalmente, lo que puede generar estrés en el niño. En lugar de esto, Reed sugiere utilizar expresiones que fomenten la atención, como:
- “Necesito que me mires un segundo.”
- “Cuando estés listo, quiero contarte algo importante.”
- “¿Puedo pedirte ayuda?”
- “Esto es importante para mí, ¿puedo contar con tu atención?”
El tono de voz es crucial; un tono suave y calmado puede promover la cooperación, mientras que uno agudo puede ser percibido como una amenaza. Además, hacer una pausa de tres segundos tras realizar una solicitud puede activar el interés del niño y permitir que su mente se prepare para responder.
Estrategias específicas según la edad
La especialista Reed también sugiere diferentes enfoques comunicativos según la edad de los niños:
- Para los más pequeños: Pedir que nos miren, usar gestos y narrar lo que hacen.
- De 3 a 5 años: Hacer preguntas como “¿Puedo contarte algo especial?”, ofrecer elecciones y reforzar la atención.
- Niños de primaria (6 a 8 años): Pedir ayuda como si fueran capitanes de equipo y utilizar retos cronometrados.
- Preadolescentes (9 a 12 años): Preguntar si podemos hablar sin interrumpir y utilizar el humor.
- Adolescentes (13 años en adelante): Preguntar si es un buen momento para hablar y usar recordatorios escritos.
Estas estrategias permiten que la comunicación sea más efectiva y significativa, adaptándose a la madurez de cada niño.
Qué hacer cuando no funciona
Si, a pesar de aplicar estas técnicas, el niño sigue ignorando las instrucciones, es recomendable acercarse y establecer contacto físico, como tocar suavemente su hombro. Repetir calmadamente lo que se necesita puede ayudar a captar su atención.
Si la respuesta no es positiva, se puede señalar que se ha notado la falta de interés y insistir en la necesidad de cumplir con la solicitud. Ofrecer opciones también puede ser útil; por ejemplo, “Sé que no te apetece. ¿Lo hacemos ahora o en dos minutos?”.
Si tras múltiples intentos la situación no mejora, puede ser necesario buscar ayuda profesional. Un neuropediatra puede evaluar si existen problemas auditivos, déficits de atención u otros factores que estén afectando la comunicación.
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