Descubre la sorprendente razón por la que siempre elijo mal a mis parejas y cómo cambiarlo ahora mismo

“No entiendo cómo me pasa esto otra vez… al principio parecía perfecto, pero de a poco volvió a repetirse lo mismo de siempre.” Este tipo de reflexiones son comunes en los consultorios psicológicos. Muchas personas se ven atrapadas en relaciones que, aunque intensamente vividas, resultan dolorosas y vacías. ¿Por qué parece que una y otra vez elegimos mal? La respuesta puede estar más allá de la simple "mala suerte" o de no haber aprendido la lección; puede estar relacionada con patrones más profundos que se originan en nuestra historia emocional temprana. Aquí es donde la psicología del apego juega un papel crucial.

Este artículo tiene como objetivo explorar cómo los estilos de apego desarrollados en la infancia influyen en nuestras elecciones de pareja y en cómo nos relacionamos con los demás, ya sea en el ámbito amistoso, laboral o sentimental. Al desentrañar estos patrones, podemos empezar a comprender y, potencialmente, cambiar la forma en que nos vinculamos.

Índice
  1. Una mirada desde la psicología del apego
  2. ¿Con qué estilo de apego te identificas más?
  3. Explorando nuestro cerebro emocional
  4. Escucharnos
  5. Newsletter PyM
  6. La pasión por la psicología también en tu email

Una mirada desde la psicología del apego

Cuando expresamos que siempre elegimos mal, revelamos más que un simple lamento; estamos mostrando aspectos de nuestra identidad. Este puede ser el momento de tomar coraje y decidirnos a efectuar un cambio en un ciclo que nos impide disfrutar de relaciones sanas.

En un entorno terapéutico, validar estos sentimientos significa reconocer que no estamos solos. Muchas personas repiten patrones sin entender por qué lo hacen. Sin embargo, saber que no somos los únicos no resuelve el problema. Entender que esos vínculos no nos hacen bien es solo el primer paso; debemos trabajar activamente para salir de ese lugar.

El autoconocimiento es clave. Empezamos a cambiar cuando exploramos el origen y el impacto de nuestras conductas. Al revisar cómo aprendimos a vincularnos, descubrimos que el problema no está afuera, sino en la inercia de lo que aprendimos y lo que seguimos repitiendo. Esta repetición nos ata a un pasado que es hora de transformar.

Los estilos de apego nacen en la infancia, pero nos siguen en la adultez. Nos informan sobre cómo aprendimos a amar y a recibir amor, y cómo gestionar el miedo a la pérdida o al rechazo. Desde que nacemos, necesitamos sentirnos seguros, protegidos y amados. Según cómo hayan respondido nuestros cuidadores a esa necesidad, vamos desarrollando un estilo de apego, que influye en nuestras relaciones futuras.

¿Con qué estilo de apego te identificas más?

Lee cada grupo de frases y reflexiona sobre cuál te resuena más. Esto no es un diagnóstico, sino una guía para conocerte mejor.

  • Estilo de apego seguro: Confío en que las personas que amo me apoyan; no tengo miedo de expresar mis necesidades; disfruto de la intimidad, pero también valoro mi espacio; puedo abordar los problemas en la pareja sin atacar ni huir.
  • Estilo de apego ansioso: Me preocupa si mi pareja me dejará; necesito constantes demostraciones de amor; siento que amo más de lo que me aman; me angustio si no recibo respuestas rápidas.
  • Estilo de apego evitativo: Me incomoda la cercanía de los demás; prefiero no depender de nadie; me cuesta hablar de mis emociones; a menudo me relaciono con personas que no parecen comprometidas.

Es común que las personas presenten combinaciones de estilos, lo que puede indicar un estilo mixto o una historia emocional contradictoria, como haber experimentado tanto amor como abandono. Lo esencial es no encasillarse, sino reconocer con amabilidad las tendencias afectivas. “Conocer tu estilo de apego no te define, pero te ayuda a entender por qué amas como amas y cómo podrías comenzar a elegir de manera diferente.”

Explorando nuestro cerebro emocional

Nuestro cerebro emocional tiene la tendencia de buscar lo conocido antes que lo saludable. Si en nuestra infancia aprendimos que el amor estaba ligado al miedo, la incertidumbre o el abandono, es probable que, en la adultez, nos sintamos atraídos por personas que evocan esas mismas emociones. No lo hacemos intencionadamente; muchas veces, lo que buscamos es “reparar” lo que no pudimos sanar de niños, intentando que alguien nos quiera como no lo hicieron antes.

Cambiar estos patrones vinculares no es un proceso fácil ni rápido. Requiere tiempo, compromiso y, a menudo, la compañía de alguien que nos escuche sin juicio. La terapia puede abrir un camino transformador, aunque no proporciona respuestas inmediatas sobre qué pareja es la adecuada para nosotros. En su lugar, invita a reflexionar sobre lo que repetimos, lo que buscamos en esas repeticiones y qué heridas aún nos afectan.

Algunos pasos iniciales para facilitar el cambio incluyen:

  • Reconocer que nuestras elecciones amorosas a menudo son respuestas inconscientes.
  • Identificar patrones de comportamiento que se repiten.
  • Hacer consciente lo que hacemos casi sin pensar.

Al evaluar estos aspectos y decidir si queremos seguir por ese camino, generamos la posibilidad de un cambio.

Escucharnos

Escuchar nuestro verdadero deseo, más allá de la carencia o lo que nos falta, es esencial. Muchas veces tomamos decisiones desde el miedo a la soledad, la obligación o lo que creemos que garantiza el amor. La terapia nos permite alejarnos de estas determinaciones y preguntarnos: “¿Qué deseo realmente?”.

Es vital entender las marcas que nuestras primeras experiencias amorosas dejaron en nosotros. Comprender no es justificar; significa ubicar la herida para no seguir actuándola en el presente. Cuando trabajamos en terapia, experimentamos una relación sin juicio ni exigencias. Esta vivencia emocional, repetida en el tiempo, puede sanar más allá de lo que las palabras logran explicar.

Es crucial encontrar a la persona adecuada en el ámbito terapéutico. Esto no solo implica contención, sino también un espacio seguro, regido por límites claros y basado en la confianza. A medida que avanzamos, comenzamos a reconocer nuestras reacciones automáticas en las relaciones.

Explorar nuestras heridas emocionales con la ayuda de un profesional nos permite aprender a estar con nosotros mismos sin sentir vacío y, sobre todo, elegir vínculos desde un deseo genuino, no desde la necesidad o el miedo. Elegir de manera diferente es también una forma de sanar.

Recuerda, no se trata de culparte por tu pasado ni de tener todas las respuestas. La clave está en mirarte con compasión y comprensión, entendiendo que no eliges “mal”, sino desde lo que conoces, hasta que empieces a conocer algo mejor. “No estamos condenados a repetir. Estamos invitados a despertar.”

Newsletter PyM

La pasión por la psicología también en tu email

Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos para profundizar en temas que te interesan.

Suscribiéndote, aceptas nuestra política de privacidad.

Si deseas explorar más sobre este fascinante tema, te invito a ver este video que profundiza en la elección de parejas y patrones emocionales:

Si quieres conocer otros artículos parecidos a Descubre la sorprendente razón por la que siempre elijo mal a mis parejas y cómo cambiarlo ahora mismo puedes visitar la categoría Psicología.

Tal vez te guste también:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Tu puntuación: Útil

Subir

Usamos cookies para mejorar tu experiencia de navegación y analizar el tráfico de nuestro sitio. Al continuar, aceptas el uso de cookies según nuestra Política de Cookies Más información